Hace unos días, se estrenó la esperadísima película de LEGO. Un largometraje ante el que, los amantes de la marca de blocks, arrancaban ansiosos las hojas del calendario. La película se hizo de rogar, pero llegó. ¡Y cómo llegó!
En los últimos días, solo leemos y escuchamos el gran éxito de taquilla que está suponiendo el filme. «La película de LEGO arrasa en Estados Unidos», «El mejor debut en la historia de Warner Bros», etc., etc. Sin embargo, hoy no estamos aquí para hacer una crítica de la película. Para eso ya están otros. A nosotros «LEGO, la película», nos ha servido para hacernos dos preguntas: ¿A qué se debe el apabullante éxito en taquilla? ¿Cómo ha conseguido LEGO mantenerse al pie del cañón desde los años 30 hasta la actualidad? Y la respuesta es otra pregunta: ¿Es su publicidad?
Con el paso de los años, su publicidad se ha adaptado perfectamente a los cambios generacionales, a los acontecimientos históricos, al estilo de comunicarse con los públicos…
Y es que pasamos de ver niños angelicales …
… A auténticos monstruitos que bien podrían ser el niño de los del tercero, por ejemplo.
Con LEGO, hemos pasado del barroco publicitario…
… Al más puro minimalismo en apenas unas décadas…
LEGO ha estado en casa durante generaciones…
… Pero también ha salido fuera y a vivido momentos históricos.
Creando y construyendo, nos ha divertido…
… Pero tenemos que reconocer que algo también nos ha enseñado.
Y es que todos hemos crecido con ellos. Para lo bueno… [¿Aprender a comer espinacas es algo bueno?]
… Como para lo malo.
Y es que, quién mas y quién menos, se ha dejado guiar por la publicidad de esta marca. Gracias a los pequeños detalles…
… ¡Como a los grandes!
Y es que LEGO, con el paso de los años, se ha convertido en uno más de la familia. Una marca que nos hace ver las cosas de una forma diferente…
… Diferente como esa publi que pega, que impacta, pero no duele. Que impacta y enamora. Algo habrá hecho bien.